ROMANOS 8: LAS AFLICCIONES COMO AYUDA CONTRA LA CARNE.

Se ha titulado el capítulo 8 de la Carta a los Romanos "Las aflicciones como ayuda contra la carne", entregándonos mucha claridad sobre el sentido del sufrimiento de los cristianos.

Viviendo en el Espíritu.
Parte la carta afirmando dos cosas:
1) "1 ... ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Los cristianos no sufrirán condenación porque ya han creído en el Salvador y lo han aceptado como Señor (gobernante) de sus vidas.
2) "1 ... los que están en Cristo Jesús ... no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." Los cristianos no viven obedeciendo a su naturaleza humana sino al Espíritu Santo que está habitando dentro de ellos.

El verso 7 declara a la carne en guerra contra Dios. Nuestra naturaleza humana caída, desde Adán, está enemistada con Dios y, aún siendo cristianos, puja por oponerse a Él: "... los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" El último ítem de este versículo recalca "ni tampoco pueden", porque es imposible para nuestra naturaleza humana sujetarse a la voluntad de Dios. Por eso "8 ... los que viven según la carne no pueden agradar a Dios."

"9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu..." Los cristianos no debemos vivir guiados por la naturaleza humana, sino por la naturaleza espiritual que adquirimos en la conversión y bautismo. Pero podremos vivir guiados por el Espíritu sólo si Éste vive dentro de nosotros: "... si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros..." Agrega en forma radical: "... Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." Por lo tanto no puede ser guiado por el Espíritu Santo sino por su naturaleza humana.

Las aflicciones ayudan contra la carne, siempre que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo y no por la naturaleza caída. Esto es vivir en el Espíritu.

Más que vencedores.
La vida trae aflicciones a todo el mundo, cristianos y no cristianos, pero la actitud nuestra ante el sufrimiento es muy diferente. No lo negamos, no lo rehuímos, tampoco lo buscamos, sino que lo aceptamos preguntándonos ¿Qué desea enseñarme el Señor?: "28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."

Inmediatamente la carta habla sobre el propósito o meta que Dios tiene para con los cristianos: "29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." Los creyentes hemos sido predestinados por Él para llegar a ser como Su Hijo Jesucristo. Tenemos toda la vida para desarrollar las virtudes -mejor dicho para que el Espíritu desarrolle las cualidades- de Jesucristo. Todo hijo de Dios es sometido a un tratamiento -frecuentemente doloroso- tendiente al perfeccionamiento de la persona.

Fuimos predestinados, fuimos llamados, fuimos justificados en Cristo, y un día seremos glorificados y viviremos eternamente en gloria con Él. Toda la Iglesia (la multiplicidad de cristianos) formará un día Uno con Cristo: "30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó."

Las aflicciones ayudan contra la carne porque pulen el carácter del cristiano, porque permiten que el Espíritu desarrolle las virtudes de Jesús en nosotros. Sólo por medio de esas aflicciones (enfermedades, circunstancias difíciles, muertes, pérdidas, fracasos, enemigos, etc.) pueden hacer aflorar y poner en función los dones del Espíritu, desarrollar virtudes teologales y cardinales.

Estamos en el plan de Dios y nada nos podrá sacar de la ruta que Él estableció para nuestra vida, "39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." ¡Qué maravillosa realidad y promesa!

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