HECHOS 26: EL ESPÍRITU SANTO PERSUADE AL PECADOR.

Pablo testifica y predica al rey Agripa. Lo hace tan bien que al término éste dice: "28 ... Por poco me persuades a ser cristiano. / 29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!" El apóstol expresa su profundo deseo de que las autoridades y todo quien le escuche, llegue a tener su misma fe en Jesucristo, mas no encadenado.
En cuanto al juicio Agripa y Festo coincidieron: "31 ... Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre." Pero, en razón a que él apeló a César, tal derecho como ciudadano romano no se le podía negar: "32 Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César."
La defensa, el estilo del discurso y el vocabulario que utiliza San Pablo en su alocución corresponden a los usos cultos de la época. Él es muy cuidadoso en respetarlos y hace gala de buen trato hacia Agripa y Festo, llegando a ser casi adulador cuando dice: "2 Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. / 3 Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia." Sin duda, como experto evangelizador, sigue el consejo de Jesús: "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas." (San Mateo 10:16)
Luego va asentando con maestría los hechos contundentes de su testimonio:
- Desde su juventud vivió en Jerusalén y todos los judíos residentes allí conocen su vida.
- Siempre se comportó conforme a la más rigurosa secta judía, como un auténtico fariseo.
- Como todos los judíos, alimentó la esperanza en la promesa de Dios, la venida del Mesías prometido.
- El Mesías vino, lo mataron y resucitó, esa es su convicción ahora; "7 ... Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. / 8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?"
- Al principio no creyó en Jesús sino que se opuso a todos los cristianos, persiguiéndolos, encarcelándoles, aprobando que fueran muertos, castigándolos en las sinagogas, forzándoles a blasfemar de su fe y perseguiéndoles hasta en las ciudades extranjeras.
- Un hecho sobrenatural detuvo su carrera en contra de los discípulos de Jesucristo, cuando camino a Damasco es rodeado él y sus acompañantes por "12 ... una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol..." Todos cayeron en tierra y se escuchó una voz que le habló en hebreo: "14 ... Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón."
- Además esta voz de Dios le entregó una misión: "15 ... Yo soy Jesús, a quien tú persigues. / 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, / 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados."
- Lo que hace el Apóstol es sólo obedecer a ese mandato.
Todo el discurso de Pablo lleva el propósito de "persuadir" a Agripa y quienes le acompañan, de que Jesús es el Mesías, el Cristo prometido, que es necesario que se arrepientan de sus pecados y crean en el Salvador para obtener el perdón y la vida eterna. Hace una exposición lógica y razonable que les permita convencerse de la realidad de la experiencia y revelación que Dios le ha dado. Sin embargo no lo aceptan, tildándole de loco: "24 ... Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco."
A veces no basta la cultura, la veracidad y honestidad en relatar nuestras experiencias espirituales ni el conocimiento de las Sagradas Escrituras para conducir a las personas hacia un compromiso con Jesucristo, cuando sus corazones están endurecidos, sus conciencias cauterizadas y sus mentes prejuiciadas contra el Evangelio. Esas personas prefieren considerar locura nuestra fe a reconocer su condición espiritual deplorable. Los pobrecillos no saben que en ello les va la vida eterna.

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