HECHOS 25: EL ESPÍRITU SANTO DESEA CONVERTIR A LAS NACIONES.

En todo este capítulo se deja ver la racionalidad y justicia del derecho romano.
Porcio Festo, sucesor de Félix, dijo referente al juicio contra Pablo: "5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle." Si Pablo había cometido algún delito contra las leyes del imperio romano, lo más lógico era acusarle sometiéndolo a un juicio justo.
Muchas veces se tiene acusaciones contra alguien, pero estamos interferidos por nuestras emociones e impresiones subjetivas. Es lo que les pasaba a los judíos perseguidores de Pablo: "7 Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar" La ley necesita pruebas para hacer justicia y condenar a un hombre.
"8 alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada" El acusado se defendía diciendo que no había cometido delito contra la ley de los judíos, de Dios ni del imperior romano.
La ley romana permitía al acusado defenderse. Así lo expresa Festo: "16 A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación." Este derecho no lo utilizó Jesucristo para cumplir, por medio de su muerte, la expiación de los pecados de toda la Humanidad, "muriendo el justo por los injustos".
La acusación que los judíos tenían contra Pablo era de índole religiosa; ellos decían que él enseñaba al pueblo a no respetar las leyes de Moisés. Además lo acusaban de alborotador y mentían afirmando que él instaba a la rebelión contra César. Como en el juicio contra Jesucristo, en este juicio a Pablo, también la autoridad discierne que no hay culpa en el hombre: "25 Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él. / 26 Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir. / 27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra." El derecho romano dejaba cada acción por escrito, toda acusación debía fundamentarse; pretendía administrar justicia civilizadamente.
Pero, a pesar de todo, fallaba, no porque el sistema estuviese errado, sino porque los hombres que administraban ese sistema eran perversos. En el corazón de Félix, Festo o Agripa, había ambiciones personales, intereses económicos, vanidad, en fin pecado que les impedía ser verdaderamente justos.
Pablo sabía perfectamente esto pues conocía el corazón de la gente. Él no buscaba la administración de la justicia humana, lo que menos le interesaba era defenderse él de la muerte; el Apóstol buscaba la administración de la justicia Divina, anhelaba que aquellos hombres conocieran a Dios, así es que no perdió esa oportunidad y la circunstancia de que él era un ciudadano romano, para apelar a Cesar Augusto. " 10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. / 11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo."
Su mayor interés era alcanzar a las autoridades de la época con el mensaje del Evangelio, por si todo el imperio era convertido a Jesucristo; y ello le costó la vida. ¿Procuraremos nosotros hoy día, como él, alcanzar nuestras naciones para Jesucristo?

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