ROMANOS 4: LAS BUENAS OBRAS COMO SIGNOS EXTERIORES DE FE.

En el capítulo anterior, San Pablo concluye que en la relación del ser humano con Dios, la jactancia queda excluida por la ley de la fe. El hombre, dice, "es justificado por fe sin las obras de la ley". Sin embargo la fe no invalida a la ley sino que la confirma.

En el capítulo que ahora nos ocupa, el escritor cita: a) el ejemplo de Abraham y b) la promesa realizada mediante la fe.

Sobre el caso del patriarca Abraham, hace el siguiente razonamiento: Abraham tiene bastantes obras de qué enorgullecerse, pero de nada le valen esas obras delante de Dios. Y cita, para comprobarlo, la Escritura: "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia." Toda persona que trabaja tiene el derecho de recibir un salario, no es una gracia sino una obligación. Si a una persona se le paga por hacer nada, ciertamente ese salario ya no es tal sino una gracia, algo gratuito. De este modo "5 ... al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia."

Ya en la Antigüedad habló el rey David cuan bienaventurado es el hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras: "7 ... Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. / 8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado." Todos los seres humanos cometemos errores y pecamos, hacemos cosas tan graves contra Dios que merecemos la muerte. Alguien pensará que podrá trabajar para ser santo, mejorar esa conducta y así merecer el perdón de Dios. En ese caso el perdón y la salvación serían el salario de una obra hecha por nosotros. Pero Dios ha provisto algo diferente: Su Hijo Jesucristo ha trabajado por nosotros en la cruz y nos regala la salvación, nosotros sólo necesitamos creerlo. La fe nos es contada por justicia.

Esta justicia por fe le fue contada a Abraham antes de ser circuncidado, o sea en la incircunsición. No es que por la circuncisión se hiciera aceptable para Dios sino que la marca en el cuerpo -corte del prepucio- de la circuncisión vino a ser una señal de que él ya había sido aceptado por Dios: "11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; / 12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado." Por ello, todos los que seguimos a Dios por fe, sin ser circuncidados, podemos considerarnos hijos de Abraham, parte de su pueblo, porque la fe nos ha sido cantada por justicia.

El Espíritu Santo aclara en esta epístola que a Abraham le fue dada "13 ... la promesa de que sería heredero del mundo ..." no por la ley "sino por la justicia de la fe." Hay una gran diferencia entre el proceder de la fe y el proceder de la ley. Si usted confía en alguien estará dispuesto a hacer cualquier cosa por esa persona, como prestarle una cantidad de dinero, pero si desconfía de su sinceridad y buena intención, tal vez lo haga pero le será más difícil y probablemente lo haga por obligación. La fe promete y confía en la promesa a ojos cerrados; en cambio la ley obliga y su no cumplimiento implica un castigo.

Pablo se pregunta ¿para qué podría interponer Dios una promesa a "los que son de la ley" si ellos son los herederos? En ese caso vana resultaría la fe y sería anulada la promesa. Esto significa que la promesa y la fe antecedieron a la Ley y no al revés, "15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión." Cuando no hay ley y sólo hay fe, pura confianza, pura relación de amor y amistad, no hay incumplimiento, dolo, culpa ni transgresión; sólo hay comprensión, perdón, amor. Esta es la relación que busca Dios con el ser humano. Mas nosotros nos hemos quedado paralizados en la Ley.

A esta altura del capítulo agrega a los términos ley y fe, otro muy importante en el Evangelio de San Pablo: "gracia", esto es "gratuidad", "gratis" o "gratuito". La gracia es un inmerecido don de Dios para con el hombre. Él dice: "16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros" Para que la promesa de la salvación sea por gracia y no por ley, para que sea gratuita y no comprada por medio del cumplimiento de normas, es necesario que sea por fe y no por obras.

Dios le dijo a Abraham: "17 ... Te he puesto por padre de muchas gentes ..." Abraham es padre de los que se relacionan con Dios "por fe" y no "por obras". Dios, por su parte, El que promete, es nada menos que el Creador " ... el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen." Dios puede darnos la vida espiritual, si Él es capaz de resucitar muertos ¡con mayor razón puede dar vida a nuestra alma! Si para Él no hay imposibles, a tal punto que el nombra lo que aún no existe. Nosotros aún no habíamos nacido y Él, hace más de veinte siglos, ya daba su vida por nosotros. ¿No es inmenso el conocimiento de nuestro Dios?

El caso de Abraham es extraordinario y un ejemplo para nosotros. Veamos algunos aspectos de su fe:

a) "18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia." Contra la desesperanza del mundo incrédulo, él creyó en la esperanza Divina. Así pudo ser padre de todos los creyentes.

b) Su fe jamás se debilitó porque no miraba con los ojos de la carne sino a través del espíritu, confiando en la promesa de Dios. No tenía puesta la mirada en sus incapacidades o debilidades, sino en el poder de Jehová: "19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara."

c) "20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios" Abraham, padre de la fe, confiaba en Dios y estaba "21 plenamente convencido de que (Dios) era también poderoso para hacer todo lo que había prometido"

d) Su fe era lo más importante y valioso que poseía. Tener una fe de ese calibre, le permitiría alcanzar la justicia. Su misma fe en el Dios que promete, fue considerada por Dios como justicia, nada más que su fe: "22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia."

Los últimos tres versos de este capítulo deben animarnos a vivir por fe y a creer que Jesús vivió una perfecta vida por nosotros, murió por nosotros en la cruz pagando el precio que merecíamos y resucitó por nosotros para hacernos vivir como hombres nuevos una vida nueva en Él. Como al patriarca le fue contada su fe por justicia, también a nosotros, porque "23 ... no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, / 24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, / 25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."

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