HECHOS 23: EL ESPÍRITU SANTO ESTRECHA EL CAMINO.
Pablo, en el capítulo anterior, cuenta como en éxtasis el Señor le dijo: "Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Al principio él argumentó: "Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban." Pero Jesucristo le ordenó: "Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles."
Pero la multitud gritaba, arrojaba sus ropas y lanzaba polvo al aire, odiando al apóstol. Ante ello, el tribuno Claudio Lisias mandó que le metiesen en la fortaleza y que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero Pablo dijo al centurión: "¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?" El tribuno le preguntó: "Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: "Sí... lo soy de nacimiento." Al saber que era ciudadano romano, tuvo temor por haberle atado.
Queriendo saber la causa real por la que le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Pero la multitud gritaba, arrojaba sus ropas y lanzaba polvo al aire, odiando al apóstol. Ante ello, el tribuno Claudio Lisias mandó que le metiesen en la fortaleza y que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero Pablo dijo al centurión: "¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?" El tribuno le preguntó: "Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: "Sí... lo soy de nacimiento." Al saber que era ciudadano romano, tuvo temor por haberle atado.
Queriendo saber la causa real por la que le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
El capítulo 23 comienza con esta audiencia ante el concilio, la que termina con una discusión teológica entre saduceos y fariseos "8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas."
Aquella noche, en prisión, el Señor le habla nuevamente a Pablo: "11 ... Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma."
Conociendo Pablo que la voluntad del Señor para su ministerio es llevarlo hasta el mismo centro del imperio romano, cuando su sobrino le advierte que hay un complot judío contra él, le ordena que lo comunique al tribuno. Así es como el joven le da aviso a este: "20 Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. / 21 Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa."
Entonces el tribuno le hace salir escoltado en cabalgaduras hacia la ciudad de Cesarea, con carta para el gobernador Félix, quien ordenó "35 ... que le custodiasen en el pretorio de Herodes."
Así se estrecha cada vez más el camino de San Pablo, como lo cuenta el libro de los Hechos. De igual modo se estrechará el camino del discípulo de Jesucristo, en la medida que esté entregado a la voluntad de Dios. El Señor quiere utilizarnos de un modo particular, mas para ello necesita de nuestra total rendición. Aquí vemos a un Pablo en permanente vida de oración, teniendo comunión íntima con Jesús, quien le habla y guía en su camino. ¿Cuál es el camino que desea Él que nosotros recorramos? ¿Estamos dispuestos a continuar en él, hasta las últimas consecuencias?
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