ROMANOS 2: HIPOCRESÍA Y JUSTICIA PROPIA.

Este segundo capítulo de la carta de San Pablo a los Romanos, contiene dos temas: a) el justo juicio de Dios y b) los judíos y la ley.
El capítulo anterior hacía mención de un largo listado de pecados que cometemos los seres humanos. Alguien podría defenderse diciendo: yo soy una buena persona y no llego a esos extremos, yo no soy un delincuente ni un pecador. Hasta puede atreverse a criticar y juzgar a quienes cometen tales delitos. A estos el Apóstol amonesta: "1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo."
El único camino que resta a quienes cometen estas inmoralidades y faltas contra la ley de Dios, es el arrepentimiento, es decir reconocer que somos pecadores, lamentar esta condición ante Dios y estar dispuesto a cambiar de actitud. "4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?"
Asímismo Pablo nos recuerda que hay un día de juicio para todos los seres humanos, sin excep´ción, sean estos judíos, griegos o de cualquier nación. Todos habrán de comparecer ante Dios un día para dar cuenta de sus obras: "Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, / 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: / 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; / 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, / 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; / 11 porque no hay acepción de personas para con Dios."
Plantea el escritor que, sea que conozcamos o no la ley de Dios, igualmente seremos juzgados de acuerdo a ella, porque todos los seres humanos llevamos dentro una conciencia que nos hace razonar sobre qué será lo bueno y lo malo: "12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados". Nadie escapa al juicio de Dios ya que Él nos ha provisto a todos con esa capacidad para discernir el bien del mal: "15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, / 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio."
Al pueblo judío le trata duramente, ya que siendo poseedor de la revelación Divina de Su Ley, no la cumple y les acusa: "24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros." De nada vale estar circuncidados, considerarse pueblo de Dios, llevar en el cuerpo esa señal y no obedecer la voluntad de Dios. Finalmente llega a la conclusión de que no es judío quien lleva esa señal en su carne y no cumple la ley, "29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios."
¿Pudiera ser que quienes nos consideramos cristianos por la señal del bautismo, pero no obedecemos a la voluntad de Dios, vengamos a ser como aquellos judíos que no cumplían los mandamientos de la Ley de Dios?

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