2 CORINTIOS 13: SIERVOS CON AUTORIDAD.
“1 Esta es la tercera vez que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto. / 2 He dicho antes, y ahora digo otra vez como si estuviera presente, y ahora ausente lo escribo a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no seré indulgente; / 3 pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros. / 4 Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.”
Pablo ya ha viajado dos veces a Corinto. Él mismo estableció con mucho esfuerzo, durante dos años, la Iglesia en esa ciudad. Después se trasladó a Éfeso, en Asia, desde donde les escribió su primera carta.
La Iglesia de Corinto sufría diversos problemas espirituales y morales, entre ellos el más fuerte era la introducción de la doctrina legalista judía que, despreciando la gracia predicada por San Pablo, obligaba a los nuevos cristianos a cumplir el rito de la circuncisión y guardar todos los requisitos de la Ley. Al parecer en su segundo viaje los judaizantes no le permitieron enseñar a la Iglesia y él tuvo que regresar a Éfeso. El Apóstol expresa la profunda tristeza que le produjo este rechazo, con estas palabras: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo.” (2 Corintios 2:4) Se piensa que hay una segunda carta a los corintios, extraviada, que fue enviada por medio de Tito.
Ahora viajará a ellos por tercera vez, pero antes le escribe esta epístola, en que les ha instruido sobre diversos asuntos, para que estén preparados para su visita. Él desea encontrar resueltos ya algunos problemas, de modo que no tenga que usar una mano demasiado dura. Es un hombre de recio carácter, pero con mucho amor en su corazón; considera a los corintios como verdaderos hijos espirituales y no desea herirles.
Por tercera vez va a visitar el apóstol a sus discípulos y les advierte que todo será muy serio. Los problemas no se resolverán a escondidas sino teniendo dos o tres testigos, como siempre aconteció en el pueblo judío cuando se trataba de dirimir un asunto y como el mismo Jesús lo aconseja en caso de disciplina eclesial. Recalca que lo dicho por escrito es tan serio y contundente como lo oral, lo que antes estando presente ya lo dijo: no seré indulgente con los que pecaron. Al parecer los corintios dudan del apostolado y la autoridad de Pablo; “pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí” les dice. El Señor no es débil para tratar a Sus hijos, por el contrario es muy fuerte y autoritario ¿Por qué el siervo de Cristo, entonces, habrá de tratarlos a ellos con debilidad? Es cierto que Jesús fue “crucificado en debilidad” pero Él aún vive y vivirá eternamente “por el poder de Dios”. San Pablo les dice que los apóstoles, los ministros de Dios, también somos débiles, pero débiles en Cristo y, como Él, viviremos eternamente con el Señor, por el mismo poder del Espíritu Santo que actúa en todos los cristianos. ¿Cómo habremos, entonces, de ser débiles en nuestras palabras y acciones? ¡Sobre todo cuando se trata de poner orden en la Casa de Dios!
Pablo ya ha viajado dos veces a Corinto. Él mismo estableció con mucho esfuerzo, durante dos años, la Iglesia en esa ciudad. Después se trasladó a Éfeso, en Asia, desde donde les escribió su primera carta.
La Iglesia de Corinto sufría diversos problemas espirituales y morales, entre ellos el más fuerte era la introducción de la doctrina legalista judía que, despreciando la gracia predicada por San Pablo, obligaba a los nuevos cristianos a cumplir el rito de la circuncisión y guardar todos los requisitos de la Ley. Al parecer en su segundo viaje los judaizantes no le permitieron enseñar a la Iglesia y él tuvo que regresar a Éfeso. El Apóstol expresa la profunda tristeza que le produjo este rechazo, con estas palabras: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo.” (2 Corintios 2:4) Se piensa que hay una segunda carta a los corintios, extraviada, que fue enviada por medio de Tito.
Ahora viajará a ellos por tercera vez, pero antes le escribe esta epístola, en que les ha instruido sobre diversos asuntos, para que estén preparados para su visita. Él desea encontrar resueltos ya algunos problemas, de modo que no tenga que usar una mano demasiado dura. Es un hombre de recio carácter, pero con mucho amor en su corazón; considera a los corintios como verdaderos hijos espirituales y no desea herirles.
Por tercera vez va a visitar el apóstol a sus discípulos y les advierte que todo será muy serio. Los problemas no se resolverán a escondidas sino teniendo dos o tres testigos, como siempre aconteció en el pueblo judío cuando se trataba de dirimir un asunto y como el mismo Jesús lo aconseja en caso de disciplina eclesial. Recalca que lo dicho por escrito es tan serio y contundente como lo oral, lo que antes estando presente ya lo dijo: no seré indulgente con los que pecaron. Al parecer los corintios dudan del apostolado y la autoridad de Pablo; “pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí” les dice. El Señor no es débil para tratar a Sus hijos, por el contrario es muy fuerte y autoritario ¿Por qué el siervo de Cristo, entonces, habrá de tratarlos a ellos con debilidad? Es cierto que Jesús fue “crucificado en debilidad” pero Él aún vive y vivirá eternamente “por el poder de Dios”. San Pablo les dice que los apóstoles, los ministros de Dios, también somos débiles, pero débiles en Cristo y, como Él, viviremos eternamente con el Señor, por el mismo poder del Espíritu Santo que actúa en todos los cristianos. ¿Cómo habremos, entonces, de ser débiles en nuestras palabras y acciones? ¡Sobre todo cuando se trata de poner orden en la Casa de Dios!
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