2 CORINTIOS 12: CONFIDENTES DEL SEÑOR.
“1 Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. / 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. / 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), / 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”
Me resulta increíble pensar que una persona pueda guardar por tanto tiempo en secreto una experiencia sobrenatural como la que relata el apóstol Pablo en este capítulo. Fue llevado en el espíritu al tercer cielo, a la mismísima presencia de Dios, y él se lo guarda como un tesoro, por 14 años. Es decir durante ese tiempo él disfrutaba de una comunión íntima con el Señor y mantenía esa complicidad con Él como los esposos no cuentan a nadie su vida marital. Hay una fuerza muy grande en ese secreto guardado celosamente. Antes no fue necesario que el apóstol contase acerca de esta vivencia mística.
¡Qué distinto a nosotros que somos tan vanidosos y locuaces, tan poco controlados para guardar los misterios que el Señor amorosamente comparte con cada cristiano! Tenemos un sueño y corremos a contarlo; recibimos una revelación del Señor y nos impacientamos si no la damos a conocer; incluso competimos con otros cristianos para demostrar que somos más espirituales que los demás. Tal vez esto se deba a que consideramos que todo lo que el Señor nos manifiesta, habla, revela, entrega, es para ser transmitido a la Iglesia y el mundo. No nos detenemos a pensar ¿será el tiempo? ¿No será esto para 14 años más? ¿Es para mí, para mi familia, para la Iglesia o para el mundo? Actuamos impulsivamente y tiramos la semilla en cualquier terreno, sin medir las consecuencias.
Puede ser que muchos cristianos ven la obra de Dios sólo en términos de “evangelización” y creen que lo único que necesitamos hacer después de convertirnos a Jesucristo, es predicar, predicar y predicar. Mas olvidan la otra cara de la medalla ¿Cómo podremos predicar las virtudes de Jesús si ni siquiera hemos desarrollado la virtud de la paciencia? La otra cara de la moneda es la “edificación”; tan importante como evangelizar, y tal vez previo a ello, es edificar mi persona a la imagen de Cristo, crecer como persona cristiana. Así es que si sólo estoy ocupado en hablar y hablar a otros del Señor, jamás voy a preocuparme y darme a la tarea de ser un buen cristiano; por lo tanto no tomaré los sueños y revelaciones como una tarea personal que Dios me da para crecer en lo interior, sino que lo veré como algo externo, Dios me está ordenando ir y contar esta experiencia.
Señor: ayúdame a ser un cristiano interno, que echa raíces profundas en Ti, capaz de guardar el secreto y ser leal a Tu Persona; hazme una persona que pueda representar bien Tu Reino, un verdadero embajador de Jesucristo, que vive las virtudes de ese Gobierno. Sólo así llegaré a ser un verdadero evangelista.
San Pablo guardó el secreto de Dios, su Confidente (1), por 14 años y, como si fuese un loco, al cabo de ese tiempo lo reveló en parte. Con esto nos dice que sólo un cristiano poco cuerdo e inmaduro es el que va y cuenta lo que el Señor le ha dado recién. Primero averigua para qué se lo ha ministrado Dios. Fue necesario que le dijese a los corintios algo así como “Miren, ustedes son unos carnales llenos de pecado, que se creen muy superiores porque han recibido algún don de Dios, se atreven incluso a hablar mal de mí a mis espaldas y reciben a cualquiera como apóstol porque no tienen una mínima gota de discernimiento. Pues, yo les digo que hablo en lenguas más que cualquiera de ustedes y además hace años atrás fui arrebatado al paraíso donde escuché cosas que ustedes no pueden entender. Discúlpenme que les hable así, es una locura, pero con sus actitudes, yo que les di a luz y les he amamantado con la Palabra de Dios, tengo todo el derecho a decírselos”
Verdaderamente, como dice el Espíritu en este pasaje, no nos conviene gloriarnos, no es bueno envanecerse y enorgullecerse de las visiones y revelaciones del Señor. El propósito de ellas no es para considerarnos superiores o especiales, sino para que tengamos una vida interior profunda y amplia. El mundo tiene el corazón y la mente llena de preocupaciones mundanas, superficiales, a veces intelectuales, pero sin Dios. Nosotros nos alimentamos y llenamos nuestra alma de las riquezas de la Palabra de Dios y las experiencias espirituales que Él nos otorga. Todo ello no es para envanecernos ni tampoco para tirarlo a los cerdos, sino para la necesaria edificación personal y luego de la Iglesia. Seamos prudentes en lo que comunicamos, seamos sabios al evangelizar, seamos leales al Señor en la comunión íntima que vivimos con Él.
Perdónanos, Señor, porque muchas veces hemos pecado siendo indiscretos con Tus confidencias. Danos la sabiduría necesaria para ser fieles a Tu amistad. Amén.
(1) Confidente: Fiel, seguro, de confianza. / Persona a quien otra fía sus secretos o le encarga la ejecución de cosas reservadas.
Me resulta increíble pensar que una persona pueda guardar por tanto tiempo en secreto una experiencia sobrenatural como la que relata el apóstol Pablo en este capítulo. Fue llevado en el espíritu al tercer cielo, a la mismísima presencia de Dios, y él se lo guarda como un tesoro, por 14 años. Es decir durante ese tiempo él disfrutaba de una comunión íntima con el Señor y mantenía esa complicidad con Él como los esposos no cuentan a nadie su vida marital. Hay una fuerza muy grande en ese secreto guardado celosamente. Antes no fue necesario que el apóstol contase acerca de esta vivencia mística.
¡Qué distinto a nosotros que somos tan vanidosos y locuaces, tan poco controlados para guardar los misterios que el Señor amorosamente comparte con cada cristiano! Tenemos un sueño y corremos a contarlo; recibimos una revelación del Señor y nos impacientamos si no la damos a conocer; incluso competimos con otros cristianos para demostrar que somos más espirituales que los demás. Tal vez esto se deba a que consideramos que todo lo que el Señor nos manifiesta, habla, revela, entrega, es para ser transmitido a la Iglesia y el mundo. No nos detenemos a pensar ¿será el tiempo? ¿No será esto para 14 años más? ¿Es para mí, para mi familia, para la Iglesia o para el mundo? Actuamos impulsivamente y tiramos la semilla en cualquier terreno, sin medir las consecuencias.
Puede ser que muchos cristianos ven la obra de Dios sólo en términos de “evangelización” y creen que lo único que necesitamos hacer después de convertirnos a Jesucristo, es predicar, predicar y predicar. Mas olvidan la otra cara de la medalla ¿Cómo podremos predicar las virtudes de Jesús si ni siquiera hemos desarrollado la virtud de la paciencia? La otra cara de la moneda es la “edificación”; tan importante como evangelizar, y tal vez previo a ello, es edificar mi persona a la imagen de Cristo, crecer como persona cristiana. Así es que si sólo estoy ocupado en hablar y hablar a otros del Señor, jamás voy a preocuparme y darme a la tarea de ser un buen cristiano; por lo tanto no tomaré los sueños y revelaciones como una tarea personal que Dios me da para crecer en lo interior, sino que lo veré como algo externo, Dios me está ordenando ir y contar esta experiencia.
Señor: ayúdame a ser un cristiano interno, que echa raíces profundas en Ti, capaz de guardar el secreto y ser leal a Tu Persona; hazme una persona que pueda representar bien Tu Reino, un verdadero embajador de Jesucristo, que vive las virtudes de ese Gobierno. Sólo así llegaré a ser un verdadero evangelista.
San Pablo guardó el secreto de Dios, su Confidente (1), por 14 años y, como si fuese un loco, al cabo de ese tiempo lo reveló en parte. Con esto nos dice que sólo un cristiano poco cuerdo e inmaduro es el que va y cuenta lo que el Señor le ha dado recién. Primero averigua para qué se lo ha ministrado Dios. Fue necesario que le dijese a los corintios algo así como “Miren, ustedes son unos carnales llenos de pecado, que se creen muy superiores porque han recibido algún don de Dios, se atreven incluso a hablar mal de mí a mis espaldas y reciben a cualquiera como apóstol porque no tienen una mínima gota de discernimiento. Pues, yo les digo que hablo en lenguas más que cualquiera de ustedes y además hace años atrás fui arrebatado al paraíso donde escuché cosas que ustedes no pueden entender. Discúlpenme que les hable así, es una locura, pero con sus actitudes, yo que les di a luz y les he amamantado con la Palabra de Dios, tengo todo el derecho a decírselos”
Verdaderamente, como dice el Espíritu en este pasaje, no nos conviene gloriarnos, no es bueno envanecerse y enorgullecerse de las visiones y revelaciones del Señor. El propósito de ellas no es para considerarnos superiores o especiales, sino para que tengamos una vida interior profunda y amplia. El mundo tiene el corazón y la mente llena de preocupaciones mundanas, superficiales, a veces intelectuales, pero sin Dios. Nosotros nos alimentamos y llenamos nuestra alma de las riquezas de la Palabra de Dios y las experiencias espirituales que Él nos otorga. Todo ello no es para envanecernos ni tampoco para tirarlo a los cerdos, sino para la necesaria edificación personal y luego de la Iglesia. Seamos prudentes en lo que comunicamos, seamos sabios al evangelizar, seamos leales al Señor en la comunión íntima que vivimos con Él.
Perdónanos, Señor, porque muchas veces hemos pecado siendo indiscretos con Tus confidencias. Danos la sabiduría necesaria para ser fieles a Tu amistad. Amén.
(1) Confidente: Fiel, seguro, de confianza. / Persona a quien otra fía sus secretos o le encarga la ejecución de cosas reservadas.
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