ROMANOS 13: NUESTRO DEBER HACIA EL GOBIERNO Y HACIA TODOS LOS HOMBRES.

Este capítulo trata del deber que tiene todo cristiano hacia el gobierno como con todos los hombres.

Comienza asentando un principio que es para todo creyente en Jesucristo, cualquiera sea el lugar y tiempo en que viva: "1 ... no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas." Sea una autoridad apreciada o no querida por nosotros, sea justa o injusta, es autoridad porque Dios así lo ha permitido. Jesús también se refirió a este principio cuando dijo a Pilato: "... Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba ..." (San Juan 19:11)

De lo anterior colige el Apóstol: "2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos." Los cristianos no estamos para rebelarnos contra la autoridad sino para obedecerla y orar por ella. Pero la obediencia tiene un límite: que no vaya contra la Ley de Dios.

Quien está en lugar de autoridad es un servidor de Dios para nuestro bien, y por lo tanto debemos respetarle. Además es un "vengador para castigar al que hace lo malo."

Los creyentes debemos "5 ... estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia."

Otro principio nos da a conocer el Espíritu Santo en esta carta, el que podríamos nombrar como de completa honradez: "7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra." ¡Cuánto necesitamos ejercer este valor! Devolver lo que nos prestan, pagar las cuentas al prójimo, diezmar correctamente, dar gracias al que nos ha favorecido, etc. Tenemos muy en poco las deudas con Dios y el prójimo, quizás porque pensamos que recibimos todo de gracia, como un derecho. El cristiano debe preocuparse de no deber "a nadie nada". Su única deuda será el amor.

Y aquí llegamos a un tercer principio en este capítulo: "10 ... el cumplimiento de la ley es el amor." Los mandamientos de Dios se resumen en una sola frase: "9 ... Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

Si no andamos cumpliendo estos principios de autoridad, honradez y amor, todavía estamos dormidos y no hemos despertado del sueño del viejo hombre; aún vivimos de noche. "12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne." No hacerlo es estar desnudos, luciendo nuestras vergüenzas, andando aún en la carne y no vestidos con el Espíritu.

En este último párrafo del capítulo, se deja ver el lenguaje figurado y rico en significados espirituales, de San Pablo, a saber: el sueño del viejo hombre, la vigilia del convertido, el reino de tinieblas y el reino de luz, la noche del mundo, el día de la manifestación de Jesucristo en los últimos tiempos, las obras de las tinieblas y las armas de la luz, el vestido del cristiano y la desnudez de la carne.

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