2 CORINTIOS 9: SEMBRADORES GENEROSOS.
“6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / 7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / 8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”
Hoy escuché esta hermosa frase acerca de la adopción de un niño: “Ser adoptado es no crecer en el vientre de la madre sino en su corazón.” Qué hermoso ejemplo de amor y generosidad el de aquellos padres que deciden adoptar un niño ajeno para darle su amor. Dios, nuestro Creador, nos ha adoptado como hijos legítimos, haciéndonos hijos Suyo y para formar parte de Su familia. La siembra de Dios es superior a cualquier siembra humana. él ha puesto las semillas de la fe, el amor, la paz y la esperanza en nuestros corazones, e indudablemente –por ley universal- darán fruto abundante.
En la vida se siembra lo tangible y lo intangible. Puedo sembrar semillas de flores y de árboles en la tierra de mi jardín o en el huerto del vecino, y obtener hermosas flores y deliciosos frutos u hortalizas. ¡Qué agradable es comer de lo que produce una tierra que hemos trabajado con las propias manos, y mejor sin elementos contaminantes! Asimismo podemos sembrar regalos materiales de los más diversos valores, según sea nuestra capacidad económica…Pero también hay siembras intangibles, como enseñar buenos valores a los hijos, brindarles educación o dedicarles tiempo para conversar con ellos. Otra siembra es la espiritual, cuando transmitimos a alguien el mensaje de la Palabra de Dios.
Todo esto podemos hacerlo con distintas actitudes y de acuerdo a ellas será el resultado que obtengamos; con sumo agrado, por obligación o en forma negligente. La Biblia nos enseña a sembrar no escasamente sino con generosidad, es decir dar con largueza, liberalidad. Cuando sirvamos a alguien o le demos algo tangible o intangible, material o espiritual, no lo hagamos con pena ni mala gana, sino con mucha alegría. Necesitamos tener la fe, en ese minuto, de que Dios nos devolverá aquel favor en una cosecha generosa, tal vez no consistente en lo mismo que hemos dado pero sí de alguna forma que nos favorecerá. Porque es ley de la vida que toda causa produce un efecto, lo que sembramos eso cosechamos. Es como la ley del talión: “rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él.” (Levítico 24:20) Dios, que es lleno de amor, da generosamente y está feliz cuando Sus hijos lo hacen así también. Él ama a quien da con alegría.
En el universo creado por Dios toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con esa ley que Él mismo ha impuesto. La suerte no existe sino que es el nombre que da la gente a una ley desconocida. Esta ley actúa tanto en el plano material, psicológico, social como espiritual. Cada acción nuestra tiene una reacción que con la misma fuerza viene hacia nosotros. Por eso la Palabra dice “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.” Recibimos de acuerdo a lo que damos. La ley del talión, de causa y efecto o ley de la siembra y la cosecha, no es para que tomemos venganza por nuestros propios medios, sino que se trata de un principio inmutable que funciona solo. No hay venganza en esta ley, sino justicia. Es muy fácil pensar que quiero recibir todo lo bueno que doy, pero la ley no elige las causas que yo mismo engendro, sólo las devuelve.
Dios Todopoderoso, que ha creado el universo y nos ha puesto a los seres humanos como mayordomos del planeta, hará abundar en nosotros Su gracia si tenemos fe y somos obedientes, si sembramos con amor y generosidad. De este modo tendremos siempre lo suficiente para vivir y compartir con el prójimo. Por ello, abundemos no en egoísmo, no en pensar y sentir sólo por nosotros, no en escasas obras o dando lo mínimo sino dando y brindándonos a los demás, que es a Dios, con generosidad. El mandato es que “abundéis para toda buena obra”
Dar con alegría es talvez la mejor clave ya que es eso lo que produce ondas al igual que cuando tiramos piedras al agua. Es un efecto enorme de expansión el que esto desencadena.
ResponderEliminarLas siembras intangibles cobran forma tarde
o temprano, así que con la fé puesta en Dios siempre tendremos algun efecto que nos traiga
unicamente bien