1 CORINTIOS 6: CRISTO, NUESTRO ESPÍRITU.

“17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.”

¡Nada más hermoso que la amistad! Esa bendita relación que surge entre seres humanos de diferentes familias y que puede durar toda una vida. También se puede ser amigo del esposo o la esposa, de los hijos, de un primo o del abuelo, ¡excelente si así sucede! y no es de extrañar pues nos unen lazos de sangre, muchas vivencias compartidas; pero lo excepcional es que entremos en una estrecha relación con desconocidos. Es que en el fondo todos los seres humanos pertenecemos a una sola familia, la raza humana, y tenemos similares necesidades y aspiraciones; sufrimos las mismas dificultades, vivimos iguales alegrías –enamorarnos, casarnos, el nacimiento de un hijo, etc. – y todos, sin excepción, nos dirigimos al mismo destino.

Cuando tenemos un gran amigo o amiga, como cuando amamos, sentimos que llevamos dentro a esa persona, hay una profunda ligazón que nos une a ella: compartimos gustos, hemos vivido las mismas experiencias, anhelamos casi lo mismo, manejamos valores iguales. Los grandes amigos han ligado de algún modo sus almas que, aunque se alejen por largo tiempo uno del otro, cuando se reencuentran sienten la misma cercanía, como si hubieran estado siempre juntos. Hermoso tesoro es la amistad verdadera, muy útil en los momentos difíciles. Así lo ha permitido Dios. Indudablemente Él creó la amistad.

Pero lo que a los cristianos y a su Señor los une es algo más que una amistad. Jesucristo es nuestro Amigo fiel, compasivo, tierno, misericordioso, que jamás nos abandonará, aunque nos alejemos de Él. Un amigo humano puede apretar nuestra mano en señal de amistad, abrazarnos con afecto, hablarnos a los ojos aquello que necesitamos, llegar casi a tocar nuestra alma, pero jamás podrá hacer lo que el Hijo de Dios ha hecho por nosotros: darnos Su vida. Jesús ha muerto en la cruz, asumiendo Él nuestros pecados, así ha limpiado con Su sangre la conciencia del pecador. Luego de limpiada la casa, ha venido a habitar dentro de él, en su espíritu. Por eso dice la Escritura: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.”

Ahora soy un solo espíritu con Jesucristo. Su Espíritu es mi espíritu, y mi espíritu es Su Espíritu. ¡Qué don tan hermoso nos ha dado este Amigo!

Comentarios

Entradas populares