1 CORINTIOS 4: CRISTO, EL MODELO A IMITAR.
“14 No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. 15 Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. 16 Por tanto, os ruego que me imitéis. 17 Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias.”
Un buen padre, amante de sus hijos, será cariñoso pero también severo con los errores y conductas inadecuadas de éstos. La intención de un papá o mamá, cuando amonesta a sus hijos, no es molestarles ni entristecerles, tampoco es que sienta rechazo hacia ellos, sino que lo hace para formar sus vidas. Si bien es cierto, la educación es importante, es decir la adquisición de conocimientos para llegar a ser una persona culta que tiene una profesión honrada en la sociedad, más importante, creemos, es la formación del carácter.
La instrucción la recibimos principalmente en la escuela. Los profesores están preparados para educar a nuestros hijos con técnicas pedagógicas y motivacionales que hacen del aprender algo agradable. También los papás pueden instruir a los niños y jóvenes. De hecho los padres cristianos instruyen al hijo en la lectura, comprensión, memorización y valoración de la Palabra de Dios. Pero la misión de ellos va mucho más allá de una enseñanza teórica. Los papás tenemos la delicada tarea de “formar” a nuestros hijos como personas integrales.
En el Texto el Apóstol escribe a los cristianos de la Iglesia de Corinto como si lo hiciese a hijos. Les reprende, no con la intención de avergonzarles, sino para edificarles. El Espíritu Santo desea nuestro crecimiento espiritual y para ello se valdrá de siervos de Dios que a veces nos corregirán con firmeza las malas actuaciones. La actitud del discípulo hacia el maestro que lo amonesta debe ser de humildad y reconocimiento de la autoridad moral de aquél; es necesario que vea y escuche más allá de esa persona, a la Persona del Maestro que le hace un llamado de atención. Este es el modo de crecer en el Reino de Dios.
Los cristianos, como todo ser humano, hemos nacido de padres biológicos, mas a la vida espiritual hemos tenido un nuevo nacimiento por medio de Jesucristo. Pero la o las personas que nos trajeron la Palabra de Dios y que nos formaron en el camino del discipulado, son nuestros padres espirituales. Podemos escuchar y seguir a numerosos predicadores y teólogos, hermanos en la fe, pero nadie nos amará y tratará mejor que un padre o una madre espiritual. A lo largo de la historia del cristianismo se les ha llamado maestros, guías, directores espirituales, discipuladores, etc., no importa el nombre que le demos pero es innegable que la mayoría de los cristianos tenemos algún hermano mayor en la Iglesia, que está preocupado de nuestro desarrollo en la fe. Esto es una muestra del gran amor de Dios por Sus hijos.
¡Qué responsabilidad tan grande es ser “padre espiritual” de otro hermano! Tan grave como ser papá o mamá de nuestros hijos biológicos. Quisiera haber sido un mejor padre de mis niños, mas las circunstancias y mi propio pecado impidieron que fuese el referente que anhelaba ser para ellos. A pesar de todo, Dios ha sido bueno, y ellos llevan en sus vidas valores eternos. Pero la misericordia Divina no debe ser excusa para un relajamiento en la labor y ministerio de los papás. Tan serio como ello es la paternidad espiritual. San Pablo no tiene temor de ponerse como ejemplo para sus “hijos en la fe” y les ordena “os ruego que me imitéis.” ¿Qué pastor o líder espiritual se atrevería hoy a pedir algo así? El Apóstol está tan seguro de su correcta conducta y carácter, que no se detiene para mostrarse él mismo como ejemplo de Cristo. Esto es lo que necesitamos lograr, o más bien lo que el Espíritu Santo quiere obtener de nosotros. Él desea formarnos a la imagen de Jesús para que podamos un día pronunciar las mismas palabras: “Sed imitadores de mi, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1)
Un fruto del Apóstol es Timoteo, cuya principal virtud es la fidelidad. Una persona fiel guarda lealtad hacia el amigo o, en este caso, el maestro; es un modo de expresar la fe que le debe a él y a Dios. Hacer una tarea fielmente es ser puntual y exacto en su ejecución. El discípulo Timoteo era un fiel seguidos de San Pablo y cumplía sus comisiones con esmero y eficiencia. En la actualidad hablamos de alta fidelidad al referirnos a la calidad de sonido de un equipo electrónico. Es que esa radio hace una reproducción muy fiel del sonido. En la transmisión del Evangelio de Jesucristo se necesitan reproductores de alta fidelidad que anuncien el mensaje lo más fielmente posible, a imitación de Cristo. Por eso San Pablo imita al Señor y pide que sus seguidores hagan lo mismo. Un buen padre transmitirá con su vida ejemplar y sus palabras, la Vida y la Palabra del Padre de los cielos. Un buen padre espiritual será un fiel reproductor de la Vida y Palabra de Jesucristo. Este debe ser “mi proceder en Cristo”
Un buen padre, amante de sus hijos, será cariñoso pero también severo con los errores y conductas inadecuadas de éstos. La intención de un papá o mamá, cuando amonesta a sus hijos, no es molestarles ni entristecerles, tampoco es que sienta rechazo hacia ellos, sino que lo hace para formar sus vidas. Si bien es cierto, la educación es importante, es decir la adquisición de conocimientos para llegar a ser una persona culta que tiene una profesión honrada en la sociedad, más importante, creemos, es la formación del carácter.
La instrucción la recibimos principalmente en la escuela. Los profesores están preparados para educar a nuestros hijos con técnicas pedagógicas y motivacionales que hacen del aprender algo agradable. También los papás pueden instruir a los niños y jóvenes. De hecho los padres cristianos instruyen al hijo en la lectura, comprensión, memorización y valoración de la Palabra de Dios. Pero la misión de ellos va mucho más allá de una enseñanza teórica. Los papás tenemos la delicada tarea de “formar” a nuestros hijos como personas integrales.
En el Texto el Apóstol escribe a los cristianos de la Iglesia de Corinto como si lo hiciese a hijos. Les reprende, no con la intención de avergonzarles, sino para edificarles. El Espíritu Santo desea nuestro crecimiento espiritual y para ello se valdrá de siervos de Dios que a veces nos corregirán con firmeza las malas actuaciones. La actitud del discípulo hacia el maestro que lo amonesta debe ser de humildad y reconocimiento de la autoridad moral de aquél; es necesario que vea y escuche más allá de esa persona, a la Persona del Maestro que le hace un llamado de atención. Este es el modo de crecer en el Reino de Dios.
Los cristianos, como todo ser humano, hemos nacido de padres biológicos, mas a la vida espiritual hemos tenido un nuevo nacimiento por medio de Jesucristo. Pero la o las personas que nos trajeron la Palabra de Dios y que nos formaron en el camino del discipulado, son nuestros padres espirituales. Podemos escuchar y seguir a numerosos predicadores y teólogos, hermanos en la fe, pero nadie nos amará y tratará mejor que un padre o una madre espiritual. A lo largo de la historia del cristianismo se les ha llamado maestros, guías, directores espirituales, discipuladores, etc., no importa el nombre que le demos pero es innegable que la mayoría de los cristianos tenemos algún hermano mayor en la Iglesia, que está preocupado de nuestro desarrollo en la fe. Esto es una muestra del gran amor de Dios por Sus hijos.
¡Qué responsabilidad tan grande es ser “padre espiritual” de otro hermano! Tan grave como ser papá o mamá de nuestros hijos biológicos. Quisiera haber sido un mejor padre de mis niños, mas las circunstancias y mi propio pecado impidieron que fuese el referente que anhelaba ser para ellos. A pesar de todo, Dios ha sido bueno, y ellos llevan en sus vidas valores eternos. Pero la misericordia Divina no debe ser excusa para un relajamiento en la labor y ministerio de los papás. Tan serio como ello es la paternidad espiritual. San Pablo no tiene temor de ponerse como ejemplo para sus “hijos en la fe” y les ordena “os ruego que me imitéis.” ¿Qué pastor o líder espiritual se atrevería hoy a pedir algo así? El Apóstol está tan seguro de su correcta conducta y carácter, que no se detiene para mostrarse él mismo como ejemplo de Cristo. Esto es lo que necesitamos lograr, o más bien lo que el Espíritu Santo quiere obtener de nosotros. Él desea formarnos a la imagen de Jesús para que podamos un día pronunciar las mismas palabras: “Sed imitadores de mi, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1)
Un fruto del Apóstol es Timoteo, cuya principal virtud es la fidelidad. Una persona fiel guarda lealtad hacia el amigo o, en este caso, el maestro; es un modo de expresar la fe que le debe a él y a Dios. Hacer una tarea fielmente es ser puntual y exacto en su ejecución. El discípulo Timoteo era un fiel seguidos de San Pablo y cumplía sus comisiones con esmero y eficiencia. En la actualidad hablamos de alta fidelidad al referirnos a la calidad de sonido de un equipo electrónico. Es que esa radio hace una reproducción muy fiel del sonido. En la transmisión del Evangelio de Jesucristo se necesitan reproductores de alta fidelidad que anuncien el mensaje lo más fielmente posible, a imitación de Cristo. Por eso San Pablo imita al Señor y pide que sus seguidores hagan lo mismo. Un buen padre transmitirá con su vida ejemplar y sus palabras, la Vida y la Palabra del Padre de los cielos. Un buen padre espiritual será un fiel reproductor de la Vida y Palabra de Jesucristo. Este debe ser “mi proceder en Cristo”
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