2 TIMOTEO 2: EL MEJOR ESFUERZO.
1 Tú, pues, hijo
mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. 2 Lo que has oído de mí
ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para
enseñar también a otros.
Como padre a un
hijo, con ese cariño y anhelo de que él pueda conducirse de la mejor forma en
el ministerio, el Apóstol aconseja al joven dirigente Timoteo. Pero no lo
leamos pensando sólo que aquí se registra una comunicación entre Pablo y su
discípulo, sino que comprendamos que el Espíritu Santo habla a cada uno de
nosotros. ¿Y qué nos dice? “hijo mío,
esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.”
Este es el mayor
equilibrio que todo cristiano debe alcanzar: esfuerzo personal, pero también
gracia de Dios. Hay quienes desean alcanzar el éxito en la vida cristiana por
un permanente esfuerzo personal, procurando cumplir cada día al máximo los
mandamientos del Señor, en una carrera que a la larga termina por agotarlos y a
veces desanimarlos, pues nadie puede lograr todo lo que anhela, si Dios no lo
permite y menos por esfuerzo propio. Otros hay que deciden descansar en Dios y
dejarle a Él todo el trabajo; ciertamente Jesús hizo en su vida, muerte y
resurrección el gran esfuerzo que redundó en nuestra salvación, más Él requiere
de mi disposición y voluntad para continuar Su obra santificadora. Es necesario
que cada día vayamos más allá de nuestras fuerzas y nos “esforcemos”, pero que
también confiemos en la “gracia” de Jesucristo que obrará sobrenaturalmente en
nosotros por medio de la acción del Espíritu Santo.
Seguidamente el
Apóstol le recuerda a su discípulo cómo él ha sido testigo de su enseñanza a
muchas personas que han sido testigos de su fe y poder espiritual. Entonces le
ordena a Timoteo que esas mismas enseñanzas la encargue a hombres fieles,
capacitados para enseñar a otros. Si queremos transmitir el Evangelio a muchas
personas, primero debemos hallar aquellos cristianos humildes de corazón,
sumisos a Jesucristo, respetuosos y sujetos a los pastores, en quienes podamos
confiar por su fidelidad; no personas orgullosas, desobedientes, insolentes y rebeldes.
Pero no basta con estas características, los fieles deben estar capacitados en
la Palabra de Dios para bien transmitir el mensaje del Evangelio, cosa que
lleva tiempo.
En este texto se
descubre una cadena de enseñanza viva, la cual está formada por cuatro eslabones
que representan cada uno una generación: 1) El apóstol Pablo; 2) El discípulo
Timoteo; 3) Los hombres fieles; y 4) Otros. La transmisión de la vida de Dios
es de generación en generación, lo que requiere sumisión al Señor y de la
sujeción de unos a otros.
¿Está usted
esforzándose en la gracia de Cristo para cumplir la misión que el Señor le ha
entregado? ¿Ha considerado el discipulado como una alternativa de crecimiento
para usted y sus hermanos en Cristo?
Comentarios
Publicar un comentario