2 TESALONICENSES 3: OBEDIENTES, PARA GLORIFICAR LA PALABRA.
“1 Por lo demás,
hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea
glorificada, así como lo fue entre vosotros, 2 y para que seamos librados de
hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. 3 Pero fiel es el
Señor, que os afirmará y guardará del mal. 4 Y tenemos confianza respecto a
vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado. 5 Y el
Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.”
Orar por los que
predican la Palabra de Dios. ¡Qué importante es orar por los ministros de Dios,
encargados del ministerio de la Palabra! El propósito es que la Palabra del
Señor sea comunicada a la mayor cantidad de personas, sea para que se salven o
para que edifiquen sus vidas.
La predicación
de la Palabra transmite el Evangelio, la buena nueva de salvación en Cristo y
produce conversiones cada día en el mundo. ¿Cuántos se estarán convirtiendo en
este preciso instante y entrando en el Reino de Dios? ¡Alabado sea el Espíritu
Santo que ha capacitado a ministros de Dios para transmitir Su Verdad!
Cada sermón,
exhortación, prédica, estudio bíblico y todas las formas diversas de expresar
la Palabra de Dios, permiten también la edificación del alma, el crecimiento en
la fe en Cristo y Su Evangelio, y el desarrollo de la esperanza. A medida que
sabemos más de Dios y Sus promesas celestiales, no sólo las que nos hacen
felices o consuelan en esta vida, sino también aquellas que nos aseguran la
vida eterna, más grande y fuerte es nuestra esperanza.
Dios merece toda
gloria, exaltación y alabanza. Cuando el Apóstol expresa su deseo de que la Palabra
de Dios “sea glorificada” quiere decir que sea respetada, porque proviene de
Cristo, el Verbo de Dios, el Logos o Palabra Divina. Hacer la voluntad de Dios
es glorificar la Palabra. Nada sacamos con decir que amamos a Dios y Su
Palabra, si no lo obedecemos ni ponemos por obra Sus mandamientos. Otro Apóstol,
San Juan, lo repite hasta el cansancio en sus epístolas:
- “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4)
- “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (1 Juan 3:24)
- “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2)
- “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” (1 Juan 5:3)
Pero también Dios
nos exhorta a orar por los predicadores, para que sean librados de los enemigos.
Dice textual: “y para que seamos librados
de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.” Como vivimos en
un mundo pagano e incrédulo, hay personas que aborrecen el Evangelio, desprecian
toda forma de fe, se burlan del cristianismo y odian a los creyentes, sobre
todo a los que publican la Palabra del Señor en radio, televisión, periódicos,
revistas, templos y otras formas de difusión. Estos tratarán de desacreditar,
burlarse, dejar en ridículo y hasta tenderán trampas para que los predicadores
caigan en pecado y así el mensaje de Dios no continúe propagándose.
Esta realidad
que con humildad plantea San Pablo, está absolutamente vigente y debe instar a
cada cristiano a incluir en sus oraciones personales, el ruego por los siervos
de Dios. El objetivo no es el éxito del pastor, maestro o evangelista, sino el
resguardo de la Palabra de Dios. Hay una urgencia en el mundo de que la Verdad
de Cristo, Salvador y Señor, sea dada a conocer con autoridad, amor y
sencillez, para que muchas vidas sean afirmadas en Jesús y guardadas del mal. Si
obedecemos a esta sugerencia del Espíritu Santo, el Señor encaminará nuestros
corazones al amor de Dios y a la paciencia de Jesucristo. Así sea.
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