1 TESALONICENSES 5: RESPETUOSOS CON SUS LÍDERES.
“12 Os rogamos,
hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en
el Señor, y os amonestan; 13 y que los tengáis en mucha estima y amor por causa
de su obra. Tened paz entre vosotros.”
Los ministros de
Dios y todos aquellos hermanos que se preocupan del rebaño del Señor, merecen
la gratitud y reconocimiento de los fieles. No se trata de adularlos ni
“pagarles” por su labor –aunque algunos vivan del ministerio– sino de
respetarlos y tenerlos en alta estima, porque están haciendo el trabajo que el
Señor encargó a los apóstoles.
Ellos hacen un
trabajo espiritual muy importante al conducir a la gente a la fe en Jesús,
brindarles oportunidades de sanación espiritual, enseñándoles la Palabra de
Dios, acompañándoles en la vida devocional, preocupándose de sus necesidades y
orientándoles en la vida cristiana.
Algunos ocupan
cargos de autoridad, presidiendo en la comunidad cristiana en sus diversos
ámbitos, sea el presbiterio o ancianos de la iglesia, las mujeres, los varones,
los jóvenes o los distintos ministerios. Esos cargos no son fáciles; cualquier
liderazgo de personas significa problemas, pues los seres humanos, cristianos y
no cristianos, somos diversos y complejos. Nunca se da gusto a todos los
miembros y no pocas veces se viven experiencias amargas. La Biblia registra
esos aspectos, para que no nos engañemos. Un botón de muestra son estas palabras del apóstol Pablo: “9 Procura venir pronto a verme, / 10 porque Demas me ha desamparado, amando
este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a
Dalmacia. / 11 Sólo Lucas está conmigo… /
14 Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague
conforme a sus hechos. / 15 Guárdate tú también de él, pues en gran manera se
ha opuesto a nuestras palabras. / 16 En mi primera defensa ninguno estuvo a mi
lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.” (2 Timoteo 4:9-16)
Pastores
y líderes de la Iglesia tienen el deber necesario de amonestar a los creyentes.
En el mundo de hoy las personas quieren vivir libremente, sin recibir dirección
ni menos reprensión de otros. Tal actitud no ayuda al crecimiento espiritual.
Todos necesitamos que a veces se nos “aprieten las clavijas” para sonar mejor y
que se nos “limen las asperezas” para ser mejores cristianos. Una amonestación
adecuada, no en público para no avergonzar, la requerimos todos; que se nos
haga presente algún aspecto de nuestro comportamiento, para que lo consideremos
y cambiemos de actitud. No necesariamente es la reprensión de un superior, sino
el buen consejo y la advertencia del hermano-pastor o hermano-líder que con
amor nos ayuda a superarnos y adquirir las virtudes de Jesucristo, que es a fin
de cuentas el propósito.
El respeto entre
hermanos será siempre el principio que dirija las relaciones entre cristianos.
No hay superiores ni inferiores, sino, tal como en una familia, unos mayores
que otros, pero el que se considere mayor será servidor de los demás. Jesús
enseña en el Evangelio: “14 Pues si yo,
el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros. / 15
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también
hagáis. / 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor,
ni el enviado es mayor que el que le envió.” (San Juan 13:)
Si el apóstol
Pablo, líder de la iglesia apostólica, viviera hoy nos escribiría algo más o
menos así: Por favor, hermanos, les ruego
que reconozcan la autoridad de los que hacen un trabajo espiritual con ustedes
y les enseñan a ser mejores creyentes. Respétenlos y aprécienlos por su
esfuerzo en el servicio. Vivan en armonía.
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