1 TESALONICENSES 1: DISCÍPULOS QUE SON EJEMPLO.
Ruinas del antiguo Teatro de Tesalónica.
7 de tal manera
que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. 8
Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en
Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha
extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; 9 porque
ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os
convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, 10 y
esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús,
quien nos libra de la ira venidera.
Los hermanos de
la populosa y cosmopolita ciudad de Tesalónica, centro comercial y estratégico
de Grecia, llegaron a ser un ejemplo para los cristianos de toda la región de
Macedonia y Acaya, del primer siglo. La Palabra de Dios, agua de Vida más
refrescante que las fuentes termales de la ciudad, fue divulgada y extendida
con entusiasmo, fe y amor, más allá de sus fronteras. A tal punto llegó el
compromiso de ellos que los apóstoles no necesitaban proclamar el testimonio de
los tesalonicenses, pues era evidente su profunda conversión al Dios vivo.
De inmediato
surge en el corazón esta pregunta: ¿Estoy siendo como los tesalonicenses, un ejemplo
de vida para mi familia, amigos, vecinos y compañeros de trabajo? ¿Pueden decir
ellos que, desde que me convertí a Jesucristo, soy una persona distinta, sin
vicios ni malos hábitos, con un carácter afable, siempre dispuesto a servir? Y
en relación a mis hermanos cristianos ¿Soy un discípulo de Jesucristo digno de
ser puesto como ejemplo para los más nuevos?
Habían recibido
al Apóstol Pablo con extrema solicitud y el mensaje de Jesucristo caló hondo en
ellos. Rápidamente aceptaron a Jesús como Salvador y Señor pues habían sufrido
largo tiempo una religión supersticiosa y sin poder. Ellos, que habitaban a los
pies del Monte Olimpo, sabían con
certeza que en su cumbre no estaban los dioses, como planteaba la religión
pagana de los griegos, sino que era un lugar vacío. Les atrajo la gratuidad y
universalidad del Evangelio. Y por último, la fe cristiana no era como el
judaísmo nacionalista ni propiciaba ritos repugnantes para ellos, como la
circuncisión y el sacrificio de animales. Como gentiles paganos, se
convirtieron de los ídolos a Dios. Los que antes hacían ofrendas y adoraban a
iconos hechos de madera, piedra y metal por sus propias manos, ahora se habían
encontrado con un Dios que sí era real, que podía escucharles, comprenderles,
tener misericordia de ellos y responderles, perdonándoles sus pecados y
bendiciéndolos. Ahora ellos tenían una esperanza cierta: el regreso de su
Salvador Jesucristo y la vida eterna junto al Dios de Amor.
Si me comparo
con aquellos esforzados hermanos del primer siglo, considero muy débil la obra
que hago. Entonces me pregunto: ¿Estoy divulgando la Palabra del Señor en todo
lugar donde voy o escondo mi fe para no ser ridiculizado o porque no me he
capacitado lo suficiente para darla a conocer y entender? ¿Recibo a los
ministros del Señor con respeto, admiración y avidez por saber más acerca de
Dios? ¿Tengo mi esperanza puesta en Jesucristo, que ha de regresar desde los
cielos a buscar a Su pueblo o aún mis esperanzas descansan mayormente en este
mundo, en mis éxitos y proyectos personales?
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