COLOSENSES 3: ¿DÓNDE ESTÁ TU VIDA?
“1
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no
en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros
también seréis manifestados con él en gloria.”
Antes
estabais muertos,
nos dice el Apóstol. Aparentemente teníamos vida porque hablábamos,
trabajábamos o estudiábamos, incluso amábamos a nuestras familias y
reaccionábamos ante cosas que nos parecían mal, pero todo ello lo hacíamos
prescindiendo de Dios. Donde Cristo está ausente, allí no hay vida sobrenatural,
está todo muerto, no hay posibilidad de salvación ni trascendencia. Quienes
viven o tan sólo “existen” –cosa muy distinta- sin Dios, necesitan resucitar
espiritualmente. Los que aceptan el llamado de Jesús creyendo a Su Evangelio
(literalmente Nueva Vida) resucitan para vivir una nueva vida bajo un gobierno
espiritual distinto, son trasladados del reino de las tinieblas al Reino de la
Luz.
“Si,
pues, habéis resucitado con Cristo” entonces busquen lo celestial, lo que
interesa a ese Reino de los Cielos, desechando todo propósito que no apunte a
ello. ¿Qué es lo que le interesa a Cristo? Él está muy preocupado de que todos
los habitantes del planeta escuchen y entiendan Su mensaje de salvación eterna
y que la mayor cantidad de personas de este mundo se arrepientan de sus pecados
y conviertan a Él. No se trata, como mucha gente piensa, de un cambio de
religión o pertenecer a cierta iglesia, sino de seguirlo a Él, morir a la
antigua vida y renacer para ser una nueva persona, viviendo bajo Sus principios
y mandamientos. El mayor interés de Dios es la salvación del alma, pasando toda
otra preocupación humana –familia, dinero, trabajo, descanso, estudios, etc.- a
un segundo plano. En cuanto a la forma de vivir durante el tiempo que
permanezcamos en esta tierra, Él ya nos ha dado a conocer Su voluntad en Su
Palabra: “Porque esto es bueno y
agradable delante de Dios nuestro Salvador, / el cual quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1 Timoteo 2:3,4) “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre. / Porque Dios traerá toda obra
a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” (Eclesiastés 12:13,14)
El Espíritu Santo nos insta en este
texto a privilegiar en nuestros intereses siempre lo que es de carácter
espiritual y favorece al Reino de Dios. Dice “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios.” Eso es lo que debemos buscar. ¡Cuántas veces ponemos en nuestra vida
más énfasis en adquirir un vehículo o
una casa, cosas que no son inútiles, pero no pueden superar al desarrollo de la
espiritualidad! ¿Cuánto tiempo dedicamos a la vida devocional, a la oración, la
reflexión bíblica, el ayuno, etc.? Tal vez nuestra carga horaria está más
concentrada en trabajar mucho para adquirir dinero. “Poned la mira en las cosas
de arriba, no en las de la tierra” nos advierte San Pablo.
¿Cuáles son las cosas de arriba? La salvación
del alma (la mía y la de mi prójimo); la evangelización del mundo; el amor de
Dios; el desarrollo de las virtudes de Jesucristo; la comprensión y práctica de
las Escrituras; la comunión con Dios, en fin todo lo que nos conduce a la eternidad.
¿Por qué es tan importante poner la mira
en las cosas de arriba y no en las de la tierra? La respuesta bíblica es: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios.” Los bautizados fuimos sepultados en las
aguas del bautismo, por tanto ya no vivimos para nosotros sino para el Señor. La
vida del cristiano reposa en la misión de Jesucristo en la tierra: salvar las
vidas. Esa es la principal preocupación que todo cristiano debe tener. Nuestra mayor
gloria será la resurrección. Ese día Cristo se manifestará para todos aquellos
que creyeron en Él y le entregaron sus vidas completamente a Él. Si hoy nos
dedicamos a Sus propósitos, Él nos tendrá en Su propósito eterno. La vida del discípulo está “escondida” en
Cristo. ¿Dónde está tu vida?
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