GÁLATAS 4: HEREDEROS POR GRACIA.
"1 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; / 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. /3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. /4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, /5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. /6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! /7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”
El primer ejemplo que nos da San Pablo es más comprensible para quien habita en una sociedad esclavista. La esclavitud se ha abolido en nuestra civilización hace ya bastante tiempo, aún cuando todavía hay tráfico de esclavos en algunos países africanos mas esto es ilegal. Sin embargo hay otro tipo de esclavitudes que sobreviven en el tiempo. Con las distancias que corresponden vamos a considerar al esclavo como al empleado o criado, y al hijo del esclavo como si fuese un hijo de la criada. Leamos:
“ 1 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;” Se nos presenta aquí el hijo del dueño de casa, cuidado por los criados junto a todos los demás niños. No hay diferencia entre los niños del patrón y los de la empleada. En aquellos tiempos de esclavitud sucedía igual. El niño, aunque fuese hijo del dueño de casa, debía obedecer al esclavo que estaba a cargo de él. A ese esclavo se le nombraba “pedagogo”. Hoy en día es el nombre dado a los maestros de escuela. También sucede en la sala de clases, que los alumnos deben obedecer a su profesor como si fuera su padre o madre.
Volvamos al Texto: “2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.” El tutor es aquella caña o estaca que se clava al pie de una planta para mantenerla derecha en su crecimiento. Por esa característica de sostenedor y ayuda al crecimiento, en esa época se llamaba tutor al profesor privado que se encargaba de la educación general de los hijos de una familia. Los padres estaban ocupados en sus negocios y las madres en labores domésticas, en tanto el tutor se dedicaba a la formación de los niños.
En cuanto a los curadores, se trataba de las personas elegidas o nombradas para cuidar de los bienes o negocios de un menor, o de quien no estaba en estado de administrarlos por sí. Tal cuidado, sea el de tutores, sea el de curadores, tenía un plazo de término. Dado el ejemplo, San Pablo explica: “3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.” La vida que llevábamos antes de conocer a Jesucristo equivale a ese período de infancia, bajo el cuidado de empleadas y profesores. La vieja vida es nuestra infancia, al contrario hoy es nuestra madurez.
No podíamos vivir así, en ignorancia, en dependencia, sometidos a una gran cantidad de normas que a veces no entendíamos pero que debíamos cumplir, sencillamente porque hay que obedecer a los mayores. De modo que esa etapa tuvo un término. “4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Cuando se cumplió el tiempo señalado por Dios, conocimos al Hijo de Dios, Jesucristo hijo de María y educado en la Ley. Igual que los hijos de los esclavos, igual que los hijos de los criados o empleadas, Él recibió la misma educación, fue formado en la Ley. Pero Él tenía una misión: liberar a los esclavos de su esclavitud del pecado y el diablo. Por ellos murió en la cruz, lo que permitió que fuesen perdonados por Dios y adoptados como hijos por Él, con iguales derechos que Su Hijo Jesucristo.
Por lo tanto, quienes antes éramos esclavos de preceptos no siempre verdaderos, esclavos de prejuicios, esclavos de ideas falsas, esclavos de nuestras propias pasiones, esclavos de nuestras culpas y traumas, quienes éramos esclavos del pecado, del diablo y del mundo, ahora ya somos libres. Y no sólo eso, antes éramos hijos de la esclava, mas hoy hemos sido adoptados por el Padre como hijos legítimos. “6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” La presencia del Espíritu Santo en mi corazón es la mayor evidencia que ahora soy hijo de Dios.
Por eso dentro de cada cristiano auténtico, el Espíritu dice: ¡Papito, Papá! Concluye el Sagrado Texto: “7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” Como todo hijo, tenemos derecho a recibir la herencia que Él nos ha legado. ¿Cuál es esa herencia? ¡Enorme fortuna! Comienza con la salvación eterna de nuestras almas, continua con la santificación de nuestras vidas, sigue con la sanidad y los miles de promesas que Él ha dejado estampadas en Sus dos Testamentos. ¡Hagamos nuestra y disfrutemos la herencia!
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