FILIPENSES 2: OCUPADOS CON TEMOR Y TEMBLOR.


“12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”

¡Con qué delicadeza nos trata el Señor en este pasaje! Porque indudablemente ésta no es sólo una epístola del apóstol Pablo a los hermanos de la Iglesia de Filipos del primer siglo, sino también una carta del Espíritu Santo para los cristianos de todas las épocas, y entre ellos a nosotros. Es Cristo mismo, Apóstol de nuestra fe, quien nos dice “amados míos”. Cuando leo este versículo, siento que el Señor me dice “tú eres mi amado hijo”.

El líder de la comunidad cristiana sabe bien quienes han tomado en cuenta sus consejos y enseñanzas y quiénes no. Por eso puede decirles “como siempre habéis obedecido”. Y qué importante es ser fieles a nuestros pastores y obispos, que cuidan nuestras almas como padres, no solamente cuando ellos están presentes sino también en su ausencia. En verdad servimos a Jesucristo en la persona de los líderes de la comunidad cristiana, les respetamos porque son representantes del Señor en la Iglesia, han sido ungidos por Dios para cumplir esa misión. A Dios no le vemos mas está presente. Pareciera que Él estuviera ausente, pero igualmente le servimos, sin verle. Podemos verle en la figura de las autoridades de la Iglesia. Servir a los ministros de Dios es servir al Señor.

Luego de declararnos Su amor y pedirnos que le sirvamos sin verle, pero mirándolo en el rostro de nuestros pastores, demanda: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Esta es la principal ocupación del cristiano, su salvación. ¿Es acaso más importante el trabajo que realizamos en este siglo que nuestra salvación? ¿Es más importante la crianza de los hijos, la relación de los esposos y la economía de la familia, que la salvación del alma? ¿Es más importante nuestro cuidado físico o el desarrollo del intelecto y la educación, que la eterna salvación del alma? ¡Evidentemente no! Nada hay más relevante en la vida de una persona que la salvación del alma. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (San Mateo 16:26)  Necesitamos salvarnos de las garras del pecado, de la maldad del diablo, de la condenación a las llamas del infierno. Si no nos “ocupamos” en esto, en vano será toda otra ocupación. Por cierto es bueno trabajar responsablemente, amar y servir a nuestras familias y procurar prosperar en todas las cosas, pero ello será inútil y sin sentido a la hora de comparecer ante Dios, si primero no nos ocupamos de lo primordial: la salvación.

También es cierto que muchos hermanos se “preocupan” de su salvación, gimiendo por sus pecados, lamentándose de su débil condición espiritual, pero jamás se “ocupan” en superar ese estado. Con preocuparnos nada avanzamos, tenemos que ocuparnos, hacernos a la tarea, decidirnos y actuar. San Pablo es muy claro con su discípulo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 2:1) El Nuevo Pacto no contradice al Antiguo Pacto que dictamina: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Josué 1:9) Ambos textos nos demandan esforzarnos, actuar, es decir “ocuparnos”. La vida cristiana, si bien es cierto reposa en Cristo, también es una vida de acción: oración, adoración, discipulado, evangelización, servicio, etc. Reposar en el Señor y esforzarse en la gracia es ocuparse en la salvación.

Esta ocupación debe ser cumplida con dos actitudes fundamentales: temor y temblor. La primera es conocida de todos: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” (Proverbios 1:7) La verdadera sabiduría se inicia en esta actitud de sumo respeto a Dios; el temor de Dios es uno de los siete dones del Espíritu de Jesucristo: sabiduría, inteligencia, consejo, poder, conocimiento, temor de Jehová y justicia (Isaías 11:2-5). Al tener el Espíritu Santo poseemos ese don de temor, pero lamentablemente no siempre lo ponemos en acción y somos orgullosos, irrespetuosos y rebeldes al Señor y Su Iglesia. Debemos ocuparnos en la vida cristiana básicamente con humildad y temor de Dios.

La segunda actitud es el “temblor”. Tiembla quien se percata ante Quien se enfrenta. Nos enfrentamos al Todopoderoso, al Dueño y Señor de nuestras vidas. El temor está en el corazón del esclavo y el temblor en su actitud externa ante su amo. Asimismo el temor de Jehová es la actitud interna del discípulo y la pronta obediencia su actitud externa ante el Señor.  

Como a los filipenses, Jesús nos ama, y nos pide que le sirvamos sin verle, que obedezcamos al consejo de nuestros pastores, y que seamos cristianos activos con un corazón temeroso del Señor y obedientes a Él.

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