2 TIMOTEO 4: LA TAREA MÁS IMPORTANTE.


 

 
“1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, / 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. / 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, / 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. / 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.”  


He aquí el encargo que hace el Señor a todo siervo de Dios. Y lo hace recordándonos que llegará el día en que Jesucristo se manifestará a este mundo y establecerá Su Reino en la Tierra. El mundo no sabe que Jesús volverá, tal conocimiento es para la gente una fantasía de religiosos, pero él vendrá por Su Iglesia, para salvarla de la ira venidera, la gran tribulación, como salvó en un arca a Noé y su familia, del diluvio. Vivos y muertos serán juzgados por el Señor, el juicio será la tribulación, el dolor, el castigo por sus pecados y desobediencias. Jesús vendrá a reinar desde Jerusalén y lo hará con vara de hierro: “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.” (Apocalipsis 12:5) Él no permitirá rebeliones ni desobediencias en Su Reino. 

La orden es predicar la Palabra de Dios. ¿Cuándo? En todo momento, instando a obedecer a Dios, aún cuando no sea el momento. Llama la atención este “fuera de tiempo” a nosotros que intentamos ser prudentes y no molestar demasiado con el Evangelio. Dios nos pide que seamos insistentes con los pecadores, prácticamente que les roguemos en forma insistente volverse a Él: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:20). 

Otro aspecto de lo que el Señor nos ordena es redargüir. Esta palabra significa convertir un argumento contra quien lo hace, dar vuelta un argumento; por ejemplo si alguien opina que Jesús era sólo un maestro y no Dios, porque si fuese Dios no habría muerto crucificado, podemos presentar a lo menos dos razones: Jesús sabía que iba a ser crucificado, no se defendió, había anunciado de antemano que luego de morir resucitaría al tercer día, y lo cumplió:  “31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. / 32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. / 33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.” (San Lucas 18:31-33) 

Reprender es otro encargo que hace el Señor a los ministros. A veces los pastores queremos ser siempre suaves, blandos y amorosos con las ovejas. Tal vez esto es necesario con los corderillos, los recién convertidos, pero a ovejas mayores se debe dar cierta disciplina, si deseamos que crezcan. Reprendemos cuando vemos actitudes inadecuadas en los discípulos, confrontándolos con su pecado. Es mejor reprender que ser zalamero o callar: “El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia Que el que lisonjea con la lengua.” (Proverbios 28:23) 

Exhortar con gran paciencia y con la doctrina es el cuarto encargo del Señor para Sus siervos. En la exhortación incitamos al oyente a que haga lo que Dios dice y deje de pecar o actuar en forma incorrecta. Estas palabras deben ser amables y pacientes frente a la debilidad de los caracteres. La exhortación ha de ser conforme a la doctrina cristiana, la cual consiste en hechos concretos. Es lo que se llama “sana doctrina”, como se puede comprobar en estas palabras: “1 Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. / 2 Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. / 3 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; / 4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, / 5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. / 6 Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; / 7 presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, / 8 palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. / 9 Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; / 10 no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.” (Tito 2:1-10). Sana doctrina no es teoría ni alta Teología, sino vida cristiana práctica: ancianos, ancianas, mujeres, jóvenes, siervos, en fin cristianos que viven conforme al deseo de Dios. Cualquier otra enseñanza puede ser tan sólo “fábulas”.  

Como los dedos de una mano, la quinta falange del ministro de Dios es el evangelismo. Evangelizar, es decir anunciar el Evangelio a los que no conocen a Jesucristo, es deber de todo siervo del Señor. Se evangeliza no sólo con la palabra sino también con el testimonio. Por eso el Apóstol aconseja sobriedad en todo, o sea una conducta en todo aspecto moderada, controlada, templada. Aprender a soportar las aflicciones de la vida es parte clave en este testimonio; cuando nos ven controlados en el dolor porque confiamos en la voluntad de Dios, damos un excelente ejemplo cristiano. No olviden los discípulos de Jesús, especialmente pastores y maestros, cumplir la orden del Señor: “...Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (San Marcos 16:15). Una vez más nos manda: “haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”.  

Predicar, redargüir, reprender, exhortar y evangelizar son cinco tareas que todo ministro de Dios debe cumplir con eficacia.
 
 

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