2 TESALONICENSES 1: PACIENTES, PARA ALCANZAR LA PROMESA.





“3 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; 4 tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.”

El apóstol observa que la fe de sus discípulos crece paulatinamente, y que el amor también se desarrolla, individual y colectivamente. Dice que ese amor es abundante. Esto llena de orgullo a Pablo, como maestro de ellos, que llega incluso a comunicar este crecimiento en las iglesias que visita. Él se “gloría” de ellos como un padre “chocho” se enorgullece de sus hijos. Resaltan, además, la paciencia y la fe de los tesalonicenses a pesar de las persecuciones y tribulaciones que viven por ser discípulos de Jesucristo.

Hablemos de la paciencia, una hermosa y necesaria virtud cristiana. ¡Cuánto necesito desarrollar la paciencia en el ministerio y en mi vida en sus distintos ámbitos: personal, familiar, laboral, eclesial! Es que la virtud de la paciencia permite, además, la adquisición de otras virtudes. Teniendo paciencia puedo ser misericordioso con los que sufren, teniendo paciencia puedo crecer en conocimiento y sabiduría, teniendo paciencia puedo alcanzar una mejor comprensión de los demás, etc. Sin paciencia no podemos lograr los propósitos de largo alcance, los planes trazados en la vida. Por falta de paciencia he fracasado reiteradas veces, no he podido cruzar la barrera de la dificultad, no superamos las deficiencias de los demás como tampoco las nuestras. ¿Cómo vamos a ser discipuladores y transformadores de vidas si no tenemos paciencia? Un profesor necesita paciencia, un ministro de Dios requiere paciencia, los padres deben ser pacientes, un jefe debe ser paciente.

Esta virtud tiene íntima relación con la fortaleza. Su misión es vencer la tristeza para no decaer ante los sufrimientos que surgen en el camino del cristiano. Podemos tener sufrimientos físicos, como una enfermedad crónica o un trabajo agotador, o sufrimientos psicológicos, cual la incomprensión o abuso de los superiores o compañeros de labor. Nos esmeramos por desarrollar las virtudes de Jesucristo, por ser personas “buenas”, pero chocamos contra las injusticias, burlas, malos tratos y todo tipo de dolencias internas y externas. ¿Qué nos ayudará a ser “fuertes” ante ello? La virtud de la paciencia, dada por el Espíritu Santo, que cubrirá con alegría y buen ánimo nuestra lucha diaria. Cuando se fracasa en una tarea, cuando vienen las pruebas, se levanta la “paciencia” como una fuerza que nos ayuda a vencer.

Dios nos ha concedido la virtud de la paciencia para desarrollarla, con el fin de no dejar de hacer lo que nos conviene, de acuerdo a la voluntad de Dios, aquello que es razonable. La paciencia fortalece el alma para enfrentar lo difícil o doloroso y no deprimirse. Hoy en día, que prolifera la depresión en nuestra sociedad, necesitamos tanto de esta virtud, la paciencia, como nunca antes: “porque es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:36), y “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (San Lucas 21:19)





 

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