EFESIOS 2: LA UNIDAD DE LOS PUEBLOS EN CRISTO.

Biblioteca de Celso en Éfeso.

“11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.”

El Apóstol recuerda a sus destinatarios, los habitantes de la ciudad de Éfeso, en la actual Turquía, que antes de que se convirtieran al cristianismo ellos eran llamados “gentiles”. Esta palabra significa “gente” que no es judía. Para el pueblo judío la humanidad se dividía en dos grandes grupos humanos: el pueblo escogido por Dios y el resto del mundo. ¿No tenemos hoy en día esta misma visión del ser humano? Hablamos de los cristianos y los no cristianos (a veces utilizamos términos como “inconversos”, no creyentes o unos tan despectivos como “paganos”). Para algunos, los cristianos se dividen en católicos y protestantes. Según el lado en que uno se ubique, podrá decir los verdaderos y los “herejes”. Otros dicen “los hermanos separados”. Al leer este Texto nos da la impresión de que el sentir del Espíritu Santo es muy diferente. Los judíos se circuncidaban, desde los tiempos de Abraham, como una señal en su carne de que eran del pueblo escogido por Dios. Quienes no tenían esa señal eran llamados sencillamente “incircuncisos”. Los islámicos suelen llamar “infieles” a los que no creen en Alá ni siguen a Mahoma. En un mundo global como el que habitamos ¿seguiremos teniendo estas odiosas distinciones?

Describe San Pablo la condición en que se encontraban los llamados “gentiles” antes de que les fuese anunciado el Evangelio: 1) Vivían sin Cristo, pues nunca habían oído hablar del Evangelio ni de Su sacrificio por la Humanidad, eran ignorantes de Él pero no se les puede hacer responsables de ello, pues nadie les predicaba; 2) Estaban totalmente “alejados de la ciudadanía de Israel” -es interesante hacer notar que la ciudadanía al pueblo de Dios es espiritual, es decir que usted puede no ser de sangre judía pero pertenecer por su fe a ese pueblo-; 3) Eran “ajenos a los pactos de la promesa”, no tenían conocimiento de los pactos hechos entre Dios y los hombres como Noé, Abraham, Moisés, ni de las promesas de salvación y de un Mesías, dadas por medio de los profetas; 4) Carecían de la esperanza cristiana, una vida eterna junto a Dios, pues no habían conocido aún la salvación; y 5) Estaban “sin Dios en el mundo”

Pero ya convertidos a Cristo Jesús, los que en otro tiempo estaban lejos, del pueblo judío se entiende, ahora se han acercado por la acción de Jesús en sus vidas. Les dice Pablo a los Efesios “habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” Nos dice el Espíritu Santo a nosotros “habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” Esto puede entenderse de dos maneras: a) Cristo nos acercó al Padre, al morir por nosotros y lavar nuestros pecados con Su sangre; y b) el Salvador y Señor nos ha hecho parte de la familia de Dios y ahora somos hermanos del pueblo judío.

¿Quién es nuestra paz? Jesucristo, el Hijo de Dios, el Intermediario entre Dios y los hombres, nuestro Sumo Sacerdote intercesor ante el Padre. Su obra en la cruz es una obra de paz. Siempre estamos muy dispuestos a creer que Jesucristo nos ha acercado a Dios Padre, que nos ha reconciliado con Él, pero muy pocas veces aceptamos que Su voluntad es unirnos a otros hermanos. Actualmente muchos cristianos piensan que su iglesia es la que tiene la correcta doctrina y sigue el dogma verdadero, catalogando de herejes, falsos cristianos, y otros epítetos similares a los que no están en sus filas. Los judíos fariseos, saduceos, maestros de la Ley y fervientes hebreos de Yahveh, menospreciaban a los gentiles y fue muy difícil el proceso de aceptación de ellos en la Iglesia de los primeros tiempos. Mas en esa época ambos pueblos se asimilaron, en cambio hoy día nos separamos por ideología o definiciones diferentes de la fe cristiana. Si Cristo es nuestra paz, que de dos pueblos hizo uno ¿querrá Dios que nosotros seamos tan intransigentes y no aceptemos a Sus hijos de otros colores o pensamientos?

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