GÁLATAS 5: LIBERTADOS POR GRACIA.


“1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. / 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.”

Cristo nos ha libertado de la condenación eterna. ¡Alabado sea Jesucristo! En la cruz del monte de la Calavera, Él sufrió lo indecible por nosotros. El propósito de Su muerte fue pagar el precio de nuestros pecados y liberarnos para siempre del Infierno y la condenación. Desde el momento que hacemos nuestra la muerte de Jesús en la cruz, somos libertados del pecado, de la culpa, de la condenación, del dominio de Satanás y del Reino de Tinieblas.

Si Él nos hizo libres ¿por qué habremos de esclavizarnos nuevamente? Debemos mantenernos firmes en “la libertad con que Cristo nos hizo libres”. Si Dios nos ha liberado del pecado ¿por qué seguir pecando?; si Él perdonó nuestros pecados ¿para qué seguir culpándonos por lo que hicimos hace ya tanto tiempo atrás?; si el Señor olvidó aquello malo que hicimos antaño ¿seguiremos recordando nuestra maldad?; ¿para qué seguir sintiéndonos culpables si tenemos la posibilidad de arrepentirnos y ser perdonados? La sangre que Cristo derramó en la cruz tiene todo el poder para lavar la conciencia de todo pecado. Si insistimos en seguir pecando, culpándonos por algo que ya pasó, recordando nuestras maldades, sintiéndonos culpables y no queriendo recibir de Dios la gracia de Su perdón, es que aún somos unos orgullosos, que nos hemos arrepentido ni reconocido a Jesús como Salvador y Señor. Todavía no valoramos el sacrificio perfecto y misericordioso del Calvario.

“No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” Continuar creyendo en un dios castigador, que no perdona sino que todo lo cobra “ojo por ojo y diente por diente, y que nos obliga a cumplir una ley que jamás podremos cumplir totalmente, es porfiar en nuestra religiosidad y despreciar el camino de Jesucristo. Él marchó hacia la cruz para liberarnos de esa antigua forma de creer; El abrió un camino nuevo hacia el Padre; Él tuvo misericordia de nosotros y nos mostro al Dios de amor. ¡No le despreciemos!

Ciertamente la salvación es un regalo y es de gente educada y noble de corazón jamás rechazar un regalo. No rechacemos el regalo que Dios nos ha ofrecido con tanto amor: a Su Hijo Jesucristo.

Cuando los judíos insistían en seguir guardando la ley ritual y circuncidarse para ser salvos, estaban rechazando a Dios y despreciando a Jesucristo, el Regalo del Padre, queriendo relacionarse con la Divinidad todavía con sus propias obras. ¡Cuántos cristianos de hoy hacen lo mismo! Se apegan a sus tradiciones religiosas, quieren salvarse a sí mismos por sus propios méritos y obras, no aceptan el sencillo camino de la fe y quieren hacer valer sus opiniones personales. Si Pablo estuviese ahora mismo con ellos, les diría lo mismo que a los judíos de esa época: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.” Si desobedecemos a Dios siguiendo formas religiosas y tradiciones humanas, aunque nos llamemos cristianos, de nada nos aprovechará Cristo

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