2 CORINTIOS 3: MINISTROS DEL NUEVO PACTO.

Baños termales de la ciudad de Corinto antigua.


“4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; / 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, / 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.”

Dios nos ha hecho Sus ministros. Si somos competentes en esta tarea, no es por nuestras capacidades o porque hayamos puesto gran esfuerzo de nuestra parte, sino porque Él nos ha capacitado y transformado en discípulos aptos y adecuados para la obra que Él nos encomendó. Dios nos hizo “ministros competentes de un nuevo pacto”. No somos ministros de la Ley de Moisés ni ninguno de los pactos anteriores al que se hizo por medio de Jesucristo. Tampoco somos ministros de un pacto inventado por hombres, sean éstos nuevos sacerdotes de un culto moderno o teólogos de una corriente diferente; no, somos ministros del Nuevo Pacto.

El Nuevo Pacto entre Dios y la Humanidad fue sellado con la sangre de Jesucristo. Él fue quien nos representó a todos los seres humanos en ese pacto con Dios. El Hijo de Dios actúa como nuestro Mediador y Representante, además es el Sumo Sacerdote en la relación que ahora tenemos en la adoración, culto y servicio de Dios. El Nuevo Pacto consiste en que Jesucristo como el Hijo del Hombre, entregó su vida por todos los seres humanos, para que sus pecados fueren perdonados; y que Dios perdona y considera justo a todo ser humano que acepta con fe ese sacrificio. El Nuevo Pacto, a diferencia del Antiguo, se basa en la fe del hombre en Jesucristo y la gracia de Dios para con la Humanidad. El Antiguo Pacto se fundamentaba en la letra, en el cumplimiento de la Ley, en la obediencia al mandamiento; en cambio el Nuevo es movido por el espíritu, es la fe en Jesucristo, la que está dentro del hombre y no en un acto externo. Por eso se dice que este Nuevo Pacto es espiritual.

La letra nos puede condenar, puesto que a cada momento faltamos a algún mandato del Señor. Sin embargo el espíritu nos da vida, ya que la fe nos lleva a reconocer que somos pecadores, a pedir perdón y recibir el Espíritu Santo que nos capacita para actuar cristianamente. El espíritu nos vivifica, en cambio la letra nos mata, nos manda al infierno. Si por medio de la letra de la Ley nos percatamos que somos muy pecadores, pues nadie la cumple totalmente, por medio del espíritu nos arrepentimos, cambiamos de actitud para con Dios, creemos en Su mensaje reconciliador y alcanzamos la salvación.




Comentarios

  1. Realmente la Palabra es Palabra Viva. Esta misma semana pasada, cuando hicimos una tertulia de la Palabra en Familia El Espíritu Santo nos fue revelando algo por medio de este pasaje y hoy por medio de esta reflexión he aprendido otras cosas que no había visto anteriormente. Dios los bendiga!

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